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¿Hasta qué punto se debe de aguantar el dolor haciendo deporte?

Hace apenas un mes, Andy Murray (31 años) anunciaba en el Abierto de Australia un adiós a las pistas que espera poder certificar sobre la hierba de Wimbledon. Ahogado por las lágrimas, el tenista escocés relataba el auténtico calvario que le había supuesto jugar, durante casi dos años, soportando el intenso dolor que le provoca una lesión en la cadera que le obligó a volver a pasar por el quirófano a finales de enero de este año.

Aunque sólo se convierta en noticia cuando sea la causa de una retirada o una derrota, el dolor forma parte sigilosamente del día a día del deportista profesional. «Buscamos el máximo rendimiento y, al llevar el cuerpo tan al límite, siempre acaban por surgir molestias. Nosotros solemos decir que si no nos duele algo es que no estamos entrenando con la suficiente intensidad. No obstante, está claro que el dolor es un mecanismo de alarma del que se vale nuestro cuerpo para avisarnos de que algo no va bien. Hay que tener cuidado, observarlo, identificarlo y tratarlo», explica el atleta Chema Martínez. Esa capacidad de saber dictaminar «qué es, de cuantificar la intensidad y, lo más importante, de poner todos los medios a nuestro alcance para atajarlo lo antes posible para evitar daños mayores» marca, según añade el corredor madrileño, «la gran diferencia entre profesionales y amateurs» a la hora de enfrentarse a esa temida bestia negra que acecha en silencio para, ante la mínima señal de debilidad, hacernos suyos y condenarnos a la pesadilla más temida por los amantes del deporte: guardar reposo.

AUTOCONOCIMIENTO

Al igual que el incombustible Chemita Martínez, Valentín Moratilla Bustos, fisioterapeuta en la clínica Kevala Fisioterapia (Madrid), sostiene que «ese profundo autoconocimiento corporal que tienen los deportistas de alto rendimiento les permite detectar en qué momento han rebasado el límite y van a romperse. Incluso, saber qué lesión padecen. Los populares, en cambio, no suelen ser capaces de distinguir entre la típica molestia provocada por un sobresfuerzo y el dolor que puede ser la antesala de una posible lesión. Tiran y luego llegan los problemas».

Establecida la frontera entre dioses del Olimpo deportivo y simples mortales, ¿hasta qué punto es normal que nos duela algo al hacer deporte? «Partiendo de la base de que los ‘pro’ van a otro ritmo -al fin y al cabo es su vida y su profesión- y de que cada uno tiene un umbral de tolerancia al sufrimiento, entrenar con dolor es una barbaridad. Otra cosa bien distinta es hacerlo con las típicas sobrecargas o cansancio muscular. En cualquier caso, si forzamos y nos aguantamos, podemos lesionarnos, produciéndonos, por ejemplo, fracturas por estrés«, asevera Ricardo García Oviedo, profesor de Fisioterapia y coordinador del Área de Estancias Clínicas de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid).

TIPOS

La pregunta es cómo saber si lo que sentimos es un aviso serio de nuestro cuerpo o una tontería sin importancia. Antonio Ríos Luna, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica, nos da una pista. «Conviene observar si esas molestias persisten o van a más transcurridas 24 horas después del entrenamiento».

Maratoniano (está a punto de publicar un libro sobre el tema titulado ‘Cuatro horas’) y triatleta con varios ‘ironman’ (distancia reina del triatlón) en su currículo deportivo, Ríos Luna incluso nos ayuda a identificar el tipo de dolor que padecemos. «El artrósico o articular es el resultado de problemas mecánicos y biológicos que desestabilizan el estado natural de la articulación, pudiendo llegar a provocar en sus fases más avanzadas dolor, inflamación, crepitación, pérdida de la función articular».

En el caso del tendinoso, «el paciente describe un dolor insidioso por la mañana, al levantarse y dar los primeros pasos, que desaparece total o parcialmente con la marcha y que vuelve con mayor intensidad durante y después de la actividad física». Conforme pasa el tiempo, se hace «más constante, incluso permanente, impidiendo la práctica deportiva o la vida diaria o dormir, es decir, puede doler en reposo». Los más típicos, y dolorosos, son «los de hombro, que dificultan la realización de tareas cotidianas como peinarse o ponerse una camiseta, y los del tendón de Aquiles«.

En cuanto al muscular, hay diferentes tipos de dolor en función de su gravedad o intensidad. «La contractura es una molestia manifiesta, sin trauma directo, con dolor a la palpación tras la realización de actividades deportivas. Puede doler parte o la totalidad del músculo afectado tanto en reposo como en el estiramiento. Aparece de forma súbita y se mantiene varios días». La distensión corresponde a «un sobreestiramiento del músculo pero sin llegar a una ruptura; es el famoso -y dolorosísimo- tirón que se produce durante el ejercicio físico al llevar a los músculos al límite de sus posibilidades de elongación».

Por último, la rotura fibrilar es «una fractura de un cierto número de haces musculares, pero sin afectar todo el espesor del músculo». Al producirse, los deportistas incluso relatan haber sentido el ruido, «es la clásica sensación de latigazo o pedrada -propio de los deportes muy explosivos- con marcado dolor hiriente superficial o profundo, tanto a la contracción como a la elongación muscular con signos de tumefacción».

ANTINFLAMATORIOS

Aguantar el dolor no está bien pero tratar de taparlo con fármacos para seguir machacando el cuerpo tampoco es una buena idea a medio plazo. «Para entenderlo mejor, pensemos en un futbolista que se lesiona en el tobillo y al que se le infiltra con un corticoide potente y un anestésico para poder jugar sin sufrir. Su cerebro no va a recibir la información de que está forzando y se está haciendo daño. Por eso, si no se le hace un buen vendaje, se va a triturar todo el sistema ligamentario. Lo mismo, aunque a otro nivel diferente, ocurre con todos los antinflamatorios que toman los populares para poder aguantar un entrenamiento o una carrera. No hacen más que enmascarar una lesión, agravándola si no la tratan», cuenta el fisioterapeuta Valentín Moratilla Bustos.

¿Cómo actuamos, entonces, ante un dolor que persiste? «Lo suyo sería atajarlo desde un punto de vista multidisciplinar. Médico, fisioterapeuta y masajista, cada uno llega hasta un punto», recomienda Moratilla Bustos.

LIMITACIONES

¿Y qué hacemos para prevenirlo? Nada cómo ser conscientes de quiénes somos y hasta dónde podemos llegar según nuestra edad, peso y condiciones físicas. Antes de lanzarnos a practicar una disciplina deberíamos sopesar si realmente nos viene bien. «Hay que tener en cuenta que cada cuerpo tiene una fisiología y una fisionomía. No todo el mundo está preparado, ni diseñado para someterlo al estrés que supone, por ejemplo, un medio maratón (21 kilómetros)», asegura Moratilla Bustos.

No hay más que darse una vuelta por el Parque de El Retiro de Madrid el fin de semana para darse cuenta de que algo no estamos haciendo bien. «Se ve corriendo a gente con sobrepeso que está tirando hasta con las pestañas para seguir avanzando en lugar de andar o hacer CaCos (alternar correr y caminar). Ese sobresfuerzo puede traducirse tarde o temprano en una lesión o un problema cardiovascular», relata.

Moraleja: hacer oídos sordos a las llamadas de auxilio que emite nuestro cuerpo no está bien. Nuestra salud siempre ha de estar por encima de nuestras aspiraciones deportivas. Los gritos deben ser de celebración -o de esfuerzo al golpear la bola con todo el alma- pero nunca de dolor.

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